Make Cartagena great again
Si por algo se caracteriza Donald Trump, más allá de las polémicas que le suelen acompañar, es por haberse aprovechado de la frustración de la clase media americana en tiempos de crisis con tal de llegar al poder, situando a la emigración y al resto de potencias internacionales en el origen de los males del país. Lamentable estrategia política no muy diferente de la que practican ciertos países europeos, con casos sangrantes como el de Hungría, y que también se identifica en ejemplos que nos son más próximos, ya que el independentismo catalán bebió igualmente del malestar social, culpando en exclusiva de los recortes a Madrid para excitar el odio y los rencores. Una misma frustración que en la Región de Murcia usa y alienta el Movimiento Ciudadano dirigido por José López.
A alguien le puede parecer una comparación un tanto exagerada, aunque no me negarán que, en sus conocidas salidas de tono, el exalcalde de Cartagena es clavado al presidente americano. La cuestión es que en lo de aprovecharse de las consecuencias de la crisis y el mal gobierno de las distintas administraciones para buscar un culpable único con tal de exacerbar los sentimientos de muchos cartageneros y sacar rédito electoral, MC sí que se aproxima al mencionado esquema.
No hace falta decir que para López y los suyos, “Murcia” es la responsable de todos los problemas, así como, por extensión, también la Comunidad Autónoma que allí tiene su sede. Administración dirigida por un PP en pleno fin de ciclo a quien, tras 23 años en el poder y con el fracaso del modelo varcarceliano, se le acumulan vías de agua que a malas penas pueden taponar. Sin embargo, habría que preguntar si muchos de esos fracasos que MC vende como exclusivamente sufridos por Cartagena no son padecidos de igual manera por el resto de la Región de Murcia. El asunto del Rosell es sin duda una vergüenza, pero se enmarca en el deterioro general de la sanidad murciana cometido por un partido que no cree en los servicios públicos. Y más de lo mismo con la educación, ya que barracones hay a un lado y al otro del puerto de la Cadena, suponiendo un escándalo su mera existencia mientras se multiplican los conciertos con la privada.
Por no hablar de todas aquellas parcelas cuyas responsabilidades no son exclusivamente regionales al no tratarse de competencias transferidas por el Estado, pero donde de igual manera, “Murcia” acaba siendo la única culpable para MC, ya sea el trazado del corredor Mediterráneo, el AVE, las autopistas o el traslado de San Javier al aeropuerto fantasma de Corvera, algo que sin el consentimiento de AENA difícilmente podría haber ocurrido.
Hasta el mismo hecho de que en 1833 no se creara una provincia con capital en Cartagena, es usado habitualmente por el cartagenerismo para señalar a “Murcia”, como si las provincias no fueran demarcaciones del Estado y la España de aquel tiempo no constituyera un país completamente centralizado en Madrid. Pero de Madrid nunca se acuerdan, quizás porque, al no existir una rivalidad histórica entre ambas que explotar en su beneficio, no les interesa.
Para López y los suyos, la propia denominación de nuestra comunidad es inconstitucional, aunque no se conoce recurso alguno interpuesto por su parte ante la justicia en estos casi 40 años. Y todo porque, según afirman, el artículo 143 de la Constitución obligaba a que las regiones tuvieran la denominación “que mejor corresponda a su identidad histórica”. La cuestión es que ese artículo no se refiere a ciudades, sino a regiones, y de forma previa a 1978 ya existía Murcia como región. De hecho, existían todas salvo Cantabria, La Rioja y Madrid. Por lo tanto, ¿esperaba el cartagenerismo que Murcia fuera la única región de España que desapareciera para procurar una “neutralidad” nominal? Neutralidad que ni Valencia ni León procuraron, y ahí siguen.
Ante críticas como éstas, suelen defenderse señalando que es “Murcia” quien alienta la separación y el enfrentamiento ante su política centralista, aunque luego, en el caso de las competencias del Estado, ese mismo centralismo –del que pocos pueden dudar– no les genera los mismos sentimientos contra España. Con lo que podríamos concluir que su selectiva denuncia del “centralismo” es más una simple herramienta, una manera de justificar algo que en el fondo, como cualquier sentimiento, no es del todo racional.
Los miembros de MC están en su derecho de no sentirse murcianos de “región”, sólo faltaría, pero lo que sin duda resulta reprochable es que para conseguir determinados beneficios políticos se recurra al aliento de las rivalidades geográficas, la incitación al odio, la creación de chivos expiatorios, la interpretación instrumental de la historia y la apropiación de la representación de toda Cartagena.
No todo vale en política por más que el estilo Trump esté de moda entre la derecha reaccionaria.
(Artículo publicado en la edición murciana de eldiario.es)